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Esto de que la prensa manipule para arrimar el ascua a su sardina no es cosa reciente. Durante la Guerra Civil los medios de comunicación se convirtieron en medios de propaganda. Ya digo; casi como ahora.

Solo se relataban victorias gloriosas o “retiradas estratégicas”. Todo bueno. Había que mantener la moral en la retaguardia.

Por este motivo no es de extrañar que algunas veces se “adornara” la realidad.

Por ejemplo. A finales Julio del 36 moría en el frente aragonés Antonio López Raimundo, miembro de la JSU y presidente de la Federación de Banca y Bolsa; que se había unido a las columnas que partieron de Barcelona hacia Zaragoza.

La presa catalana relata el hecho ensalzando la actuación del fallecido.


(La Vanguardia, 24 Julio 36)


(Treball, 24 Julio 36)

Sin embargo la realidad era otra bien distinta.

El joven socialista, siguiendo órdenes del partido, se había unido a las columnas de milicianos que se organizaron para conquistar a Zaragoza. Le habían encomendado organizar el Cuartel General de las milicias antifascistas en Barbastro, por lo que llevaba una cartera con una gran cantidad de dinero para pagar a la tropa.

A la entrada esta población su vehículo fue detenido en un puesto de control de la FAI. Los anarquistas, al ver a López Raimundo bien vestido con traje y aspecto burgués pensaron que se trataba de un ‘fascista’ que pretendía escapar a la zona nacional (aún no había líneas de frente definidas). Esta sospecha se agravó cuando le arrebataron la cartera y vieron el contenido.

Antes de que pudiera dar explicación alguna uno de los milicianos disparó a López Raimundo.

Mientras, sus compañeros se defendían con sus pistolas tratando de hacer ver a los anarquistas el error que habían cometido.

Está claro que una lucha entre socialistas y anarquistas no era algo que se necesitara saber en la retaguardia. Así que mejor inventarse una historia que ensalce la figura del fallecido.

Su entierro fue multitudiario. No es de extrañar. Se trataba de un héroe.