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Primera lección para el éxito empresarial: Para que un negocio triunfe hay que trabajar duro. Y tener constancia, cualquiera que sean las circunstancias. Hay alguno que lleva esto al extremo.

Anuncio publicado en La Vanguardia el 25 de Enero del 39



Barcelona cayó el día 26

O el anunciante era un optimista y creía que la capital catalana aún resistiría; o pensaba hacer un negocio redondo comprando las casas de los que ya estaban camino de Port Bou.

Está visto que en la guerra solo hay dos tipos de personas: los que sufren y los que se lucran (del sufrimiento ajeno)

Las unidades marroquíes del ejército franquista eran unidades de choque. Participaban en las batallas siempre en vanguardia, junto con los legionarios. El riesgo era grande, y las bajas en dichas unidades muy altas.

Por esto, no es de extrañar que los moros se encomendaran a todos sus santos, o lo que corresponda en el Islam.

Sin embargo, resulta más inusual que también se pusieran en manos de la Virgen o el Sagrado Corazón.

Muchos de ellos llevaban el pecho cubierto de ‘detentes’, medallas de la Virgen o crucifijos.

Parece que, al llegar a Sevilla, se los colocaron unas muchachas y debieron pensar que ningún mal les podía hacer, y que les traería baraka. O sea, suerte. Llamaban al detente ‘corazón para-balas’.

Su aceptación de los símbolos cristianos fue tal, que en una ocasión trataron de retirar un cuadro de la Virgen en un hospital de sangre donde convalecían soldados moros. Uno de ellos protestó: “No descolgar. Virgen ser buena para todos”.

Este era el nombre que, con cierta sorna, los madrileños daban a la Gran Vía (oficialmente rebautizada como Avenida de la Unión Soviética) por la gran cantidad de bombas que en ella caían. También se la llamo Avenida del 15 y Medio, por ser de este calibre dichos obuses.

Las baterías nacionales trataban de hacer blanco desde el Cerro Garabitas en la Casa Campo, y el objetivo era el Edificio de la Telefónica, cuyas plantas superiores se utilizaban como puesto de observación para la artillería republicana. En las inferiores se encontraba la oficina de prensa, y los sótanos albergaban a un gran número de desplazados sin techo.



Los bombardeos empezaban con el Lechero, que era el primer obús de la mañana y concentraban el fuego en las horas en que la Gran Vía estaba más concurrida, a la entrada o salida de los cines.

Lejos de amilanarse, los madrileños se fueron acostumbrando y algunos veían esto como un espectáculo. De hecho, los había que venían de los barrios extremos, se refugiaban en el lado sur, que se consideraba más seguro, y esperaban llevarse algún trozo de metralla, aún caliente, como recuerdo.

Arturo Barea, tabajaba en el Edificio de la Telefónica, y se alojaba en el otro lado de la calle (un obus destrozó su habitación), por lo que es testigo de aquellos hechos, que son narrados de forma excepcional en La Forja de un Rebelde (La Llama).

Si no lo habéis leído, no perdáis más tiempo en este blog y corred a la librería a comprar un ejemplar. Lo primero es lo primero.