Anfiloquio González García era natural de Villaizán de Treviño (Burgos), y pertenecía a una familia humilde de labradores: ‘Mi madre me enseñó a rezar y mi padre a amar a España…’
Desde el comienzo de la guerra sirvió en el Ejercito Nacional, resultando herido en Somosierra. Ascendió a cabo y volvió al frente, al Regimiento de Infantería San Marcial núm. 22, con el cual participó en la Campaña de Norte.
Fue en la ofensiva de Vizcaya donde pasaría a la historia cuando, tras resistir varios días las ofensivas del enemigo, una granada le arrancó el brazo y, en vez de pedir la evacuación a retaguardia para curarse, recogió este con la otra mano, y con él en alto arengó a sus compañeros a seguir luchando: ¡Esto no es nada! ¡Adelante San Marcial! ¡Viva España!
Así lo cuenta el Boletín Oficial del Estado Núm 591 (5 de Junio de 1938) al detallar los hechos merecedores de la Laureada:
El día 15 de mayo de 1937, este Cabo se encontraba al mando de un pelotón de la segunda sección de su compañía, en la posición del Bizcargui, la cual fue intensa y casi constantemente atacada durante los días 13 y 14 de dicho mes. El día 15, después de una violentísima preparación artillera por parte del enemigo, es atacada con enorme ímpetu la citada posición, cuyo ataque fue brillantemente rechazado.
El citado Cabo se ha distinguido en cuantas operaciones tomó parte con anterioridad, pero en el referido día 15 se supera a sí mismo y realiza actos, que aún en una campaña tan abundante en casos de heroísmo y conductas gloriosas y ejemplares, son verdaderamente insólitos, por la entereza moral y física que revelan en quien los ejecuta, atendiendo a todos los servicios y dando a su tropa ejemplo constante con su abnegada y decidida actitud.
Durante uno de los ataques de este día, después de contener al enemigo, lanzando sobre él bombas de mano, animaba a sus soldados a pesar de la enormidad de bajas que sufre por el intensísimo fuego de artillería, granadas de mano y fusilaría enemiga, y consigue mantener eficazmente la defensa de la parte a él encomendada. En determinado momento, uno de los múltiples proyectiles de artillería que caen sobre ellos le secciona el brazo izquierdo. Sin el menor titubeo y con pasmosa serenidad, lo coge con su otra mano, y diciendo ¡esto no es nada!, lo levanta enarbolándolo, continua dirigiendo a sus hombres y animándoles con gritos de ¡Viva España! ¡Adelante San Marcial!; permanece aún en su puesto durante algún tiempo, e indudablemente, consigue con su conducta que el enemigo no abra brecha en su sector, viéndose precisado a retirarse, no consintiendo que nadie le acompañe para no restar hombres a la defensa, y todavía, al marchar a retaguardia para curarse, no tiene otra preocupación que dirigirse a todos los que va encontrado, exhortándoles para que continúen la defensa y no abandonen la posición.
Mientras unos buscaban un 'tiro de suerte' que los mandara para casa, otros recorrían el camino hacia la gloria.