El Hotel Florida, en la Plaza del Callao, ofrecía las mejores vistas de todo Madrid. Vistas al Cerro Garabitas, en la Casa de Campo… donde los franquistas tenían las baterías que diariamente bombardeaban la capital.
Esto, en sí, no es malo. Un entretenimiento más, dirían algunos.
El problema es que estaba en la línea de tiro, justo entre el mencionado cerro y el Edificio de la Telefónica (que era el objetivo de los bombardeos) por lo que fue alcanzado con cierta regularidad.
Hasta 30 bombas hicieron impacto a lo largo de la guerra.
No es de extrañar que las habitaciones orientadas hacia la Casa Campo tuvieran poca demanda (solo para huéspedes con nervios de acero).
Sin embargo, lo de que costara dormir no fue problema alguno para la popularidad del hotel. De hecho, era el hotel de los periodistas. En el se hospedaron Hemingway, John Dos Passos, Robert Capa y Arturo Barea entre otros.
El edificio ya no está. Lo derribaron para construir lo que fue Galerías Preciados (hoy Corte Ingles). ¡Bendito consumismo!
Así que la próxima vez que estés probándote pantalones en la planta 5, piensa que tal vez ahí se sentaba Hemingway a escribir. Y mira antes de salir de los probadores, no vaya caer otra bomba.
0
El humor inglés. Todo el mundo habla de él. Más que humor es puro sarcasmo. Y aunque parezca mentira no empezó con Benny Hill persiguiendo señoritas.
Los brigadistas británicos eran un claro ejemplo de esto. Estos, siempre propensos a sacar punta a todo (a quejarse, dirían otros) cambiaron el mítico ‘No Pasarán’ por un más terrenal ‘No Bloody Pan’ o ‘No Bastard Pan’ (Sin puto pan). Imagínatatelos, en formación, con el puño en alto y gritando: ¡No bastard pan! ¡No bastard pan!
A los Comisarios Políticos, ‘commissars’ en inglés, los llamaban ‘comic stars’, esto es, estrellas de la comedia.
¡Para que luego digan que los ingleses no tienen guasa!
Los brigadistas británicos eran un claro ejemplo de esto. Estos, siempre propensos a sacar punta a todo (a quejarse, dirían otros) cambiaron el mítico ‘No Pasarán’ por un más terrenal ‘No Bloody Pan’ o ‘No Bastard Pan’ (Sin puto pan). Imagínatatelos, en formación, con el puño en alto y gritando: ¡No bastard pan! ¡No bastard pan!
A los Comisarios Políticos, ‘commissars’ en inglés, los llamaban ‘comic stars’, esto es, estrellas de la comedia.
¡Para que luego digan que los ingleses no tienen guasa!
Tras la Batalla de Teruel, las tropas franquistas siguieron el empuje hacia el Mediterraneo, llegando a Vinaroz el 15 de Abril.
Solo un mes más tarde los republicanos ya estaban preparando el contraataque. Llamaron a filas a los mozos nacidos en el 20/21. Muchos no habian cumplido aún los 18. Fueron los que formaron la llamada Quinta del Biberón.
Entre ellos estaba Juan Antonio Samaranch, que en Mayo del 38 se incorporó al Ejercito Republicano como sanitario.
Acudió a la llamada para evitar problemas a la familia. Eran de familia acomodada y su hermano mayor fue asesinado en una checa cuando trataba de evitar la incorporación al ejército.
Le trasladaron al Ebro para preparar la ofensiva que tendría lugar poco después. Como sus ideas no estaban de acuerdo con las filas que atendía (era simpatizante de la CEDA), no tardó en fugarse.
Para esto se hizo amigo del capitán de su unidad, que dada la escasez de medios iba siempre en alpargatas. Samaranch le prometió unos zapatos si le daba unos días de permiso en Barcelona.
Le envió los zapatos, pero no volvió.
De allí pasó a Francia, para volver a entrar a la España Nacional cantando el Cara al Sol.
El resto es historia…
Solo un mes más tarde los republicanos ya estaban preparando el contraataque. Llamaron a filas a los mozos nacidos en el 20/21. Muchos no habian cumplido aún los 18. Fueron los que formaron la llamada Quinta del Biberón.
Entre ellos estaba Juan Antonio Samaranch, que en Mayo del 38 se incorporó al Ejercito Republicano como sanitario.
Acudió a la llamada para evitar problemas a la familia. Eran de familia acomodada y su hermano mayor fue asesinado en una checa cuando trataba de evitar la incorporación al ejército.
Le trasladaron al Ebro para preparar la ofensiva que tendría lugar poco después. Como sus ideas no estaban de acuerdo con las filas que atendía (era simpatizante de la CEDA), no tardó en fugarse.
Para esto se hizo amigo del capitán de su unidad, que dada la escasez de medios iba siempre en alpargatas. Samaranch le prometió unos zapatos si le daba unos días de permiso en Barcelona.
Le envió los zapatos, pero no volvió.
De allí pasó a Francia, para volver a entrar a la España Nacional cantando el Cara al Sol.
El resto es historia…
Primera lección para el éxito empresarial: Para que un negocio triunfe hay que trabajar duro. Y tener constancia, cualquiera que sean las circunstancias. Hay alguno que lleva esto al extremo.
Anuncio publicado en La Vanguardia el 25 de Enero del 39
Barcelona cayó el día 26
O el anunciante era un optimista y creía que la capital catalana aún resistiría; o pensaba hacer un negocio redondo comprando las casas de los que ya estaban camino de Port Bou.
Está visto que en la guerra solo hay dos tipos de personas: los que sufren y los que se lucran (del sufrimiento ajeno)
Las unidades marroquíes del ejército franquista eran unidades de choque. Participaban en las batallas siempre en vanguardia, junto con los legionarios. El riesgo era grande, y las bajas en dichas unidades muy altas.
Por esto, no es de extrañar que los moros se encomendaran a todos sus santos, o lo que corresponda en el Islam.
Sin embargo, resulta más inusual que también se pusieran en manos de la Virgen o el Sagrado Corazón.
Muchos de ellos llevaban el pecho cubierto de ‘detentes’, medallas de la Virgen o crucifijos.
Parece que, al llegar a Sevilla, se los colocaron unas muchachas y debieron pensar que ningún mal les podía hacer, y que les traería baraka. O sea, suerte. Llamaban al detente ‘corazón para-balas’.
Su aceptación de los símbolos cristianos fue tal, que en una ocasión trataron de retirar un cuadro de la Virgen en un hospital de sangre donde convalecían soldados moros. Uno de ellos protestó: “No descolgar. Virgen ser buena para todos”.
Por esto, no es de extrañar que los moros se encomendaran a todos sus santos, o lo que corresponda en el Islam.
Sin embargo, resulta más inusual que también se pusieran en manos de la Virgen o el Sagrado Corazón.
Muchos de ellos llevaban el pecho cubierto de ‘detentes’, medallas de la Virgen o crucifijos.
Parece que, al llegar a Sevilla, se los colocaron unas muchachas y debieron pensar que ningún mal les podía hacer, y que les traería baraka. O sea, suerte. Llamaban al detente ‘corazón para-balas’.
Su aceptación de los símbolos cristianos fue tal, que en una ocasión trataron de retirar un cuadro de la Virgen en un hospital de sangre donde convalecían soldados moros. Uno de ellos protestó: “No descolgar. Virgen ser buena para todos”.
Este era el nombre que, con cierta sorna, los madrileños daban a la Gran Vía (oficialmente rebautizada como Avenida de la Unión Soviética) por la gran cantidad de bombas que en ella caían. También se la llamo Avenida del 15 y Medio, por ser de este calibre dichos obuses.
Las baterías nacionales trataban de hacer blanco desde el Cerro Garabitas en la Casa Campo, y el objetivo era el Edificio de la Telefónica, cuyas plantas superiores se utilizaban como puesto de observación para la artillería republicana. En las inferiores se encontraba la oficina de prensa, y los sótanos albergaban a un gran número de desplazados sin techo.
Los bombardeos empezaban con el Lechero, que era el primer obús de la mañana y concentraban el fuego en las horas en que la Gran Vía estaba más concurrida, a la entrada o salida de los cines.
Lejos de amilanarse, los madrileños se fueron acostumbrando y algunos veían esto como un espectáculo. De hecho, los había que venían de los barrios extremos, se refugiaban en el lado sur, que se consideraba más seguro, y esperaban llevarse algún trozo de metralla, aún caliente, como recuerdo.
Arturo Barea, tabajaba en el Edificio de la Telefónica, y se alojaba en el otro lado de la calle (un obus destrozó su habitación), por lo que es testigo de aquellos hechos, que son narrados de forma excepcional en La Forja de un Rebelde (La Llama).
Si no lo habéis leído, no perdáis más tiempo en este blog y corred a la librería a comprar un ejemplar. Lo primero es lo primero.
Las baterías nacionales trataban de hacer blanco desde el Cerro Garabitas en la Casa Campo, y el objetivo era el Edificio de la Telefónica, cuyas plantas superiores se utilizaban como puesto de observación para la artillería republicana. En las inferiores se encontraba la oficina de prensa, y los sótanos albergaban a un gran número de desplazados sin techo.
Los bombardeos empezaban con el Lechero, que era el primer obús de la mañana y concentraban el fuego en las horas en que la Gran Vía estaba más concurrida, a la entrada o salida de los cines.
Lejos de amilanarse, los madrileños se fueron acostumbrando y algunos veían esto como un espectáculo. De hecho, los había que venían de los barrios extremos, se refugiaban en el lado sur, que se consideraba más seguro, y esperaban llevarse algún trozo de metralla, aún caliente, como recuerdo.
Arturo Barea, tabajaba en el Edificio de la Telefónica, y se alojaba en el otro lado de la calle (un obus destrozó su habitación), por lo que es testigo de aquellos hechos, que son narrados de forma excepcional en La Forja de un Rebelde (La Llama).
Si no lo habéis leído, no perdáis más tiempo en este blog y corred a la librería a comprar un ejemplar. Lo primero es lo primero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)