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Pero no contra la República, sino contra su propio Ejercito.

Lo contaba el General Vigón años después de la Guerra: “Febrero de 1938. 20 Domingo. Desde hace un par de días se habla en algunos compartimentos del tren de un tabor de regulares que se ha sublevado. Al parecer está en el llano de Candi y los moritos han echado a sus oficiales, con los que no quieren ningún trato. Por lo que me cuenta el Coronel López Muñiz, sin duda alguna falta de tacto o de conocimiento de su psicología ha encorajinado a estos excelentes soldados moros y les ha sacado de sus casillas”.

Más que de tacto fue falta de conocimiento. Falta de conocimiento acerca de la relación de los soldados moros con sus oficiales. Estos soldados daban mucha importancia a la confianza que les transmitían sus oficiales y para ganarse esta confianza era muy importante mostrar valentía en el combate y capacidad de mando. A Franco casi lo veneraban.

Por el mismo motivo desconfiaban de los oficiales que ‘se habían pasado’ de las filas republicanas. Y este fue el caso de la anécdota que narra el General Vigón.

Durante la Batalla de Teruel, el X Tabor de Regulares de Alhucemas perdió a todos sus oficiales, muertos o heridos. El único que les quedaba era un capitán que había huido de la zona republicana. El recelo fue tal que lo arrestaron y entregaron el mando de la unidad al sargento indígena más antiguo.

Mandaron un mensaje a Franco para comunicarle que se sentían abandonados por el Ejército Nacional, indicando que solo acatarían sus órdenes directas.

Y así fue. A pesar de los esfuerzos realizados, no aceptaron a ninguno de los oficiales que les enviaron, y llegaron a instalar ametralladoras en retaguardia para disparar a toda persona que se acercara

Lo curioso es que aún estando sublevados, siguieron luchando y actuando en coordinación con las unidades que tenían a ambos lados, siguiendo a estas en los asaltos o avances hacia posiciones enemigas, tras lo cual informaban a Franco del desarrollo de las mismas.

Y de esta forma siguieron hasta la toma definitiva de Teruel, donde parece que cambiaron su actitud.

No consta que se tomaran medidas disciplinarias.
Curioso nombre para un héroe. Pero más curiosa es la historia que le valdría la Cruz Laureada de San Fernando, cuando tras perder un brazo como consecuencia de una granada, recogió este con la otra mano y arengó a sus compañeros a seguir luchando.

Anfiloquio González García era natural de Villaizán de Treviño (Burgos), y pertenecía a una familia humilde de labradores: ‘Mi madre me enseñó a rezar y mi padre a amar a España…’

Desde el comienzo de la guerra sirvió en el Ejercito Nacional, resultando herido en Somosierra. Ascendió a cabo y volvió al frente, al Regimiento de Infantería San Marcial núm. 22, con el cual participó en la Campaña de Norte.

Fue en la ofensiva de Vizcaya donde pasaría a la historia cuando, tras resistir varios días las ofensivas del enemigo, una granada le arrancó el brazo y, en vez de pedir la evacuación a retaguardia para curarse, recogió este con la otra mano, y con él en alto arengó a sus compañeros a seguir luchando: ¡Esto no es nada! ¡Adelante San Marcial! ¡Viva España!

Así lo cuenta el Boletín Oficial del Estado Núm 591 (5 de Junio de 1938) al detallar los hechos merecedores de la Laureada:

El día 15 de mayo de 1937, este Cabo se encontraba al mando de un pelotón de la segunda sección de su compañía, en la posición del Bizcargui, la cual fue intensa y casi constantemente atacada durante los días 13 y 14 de dicho mes. El día 15, después de una violentísima preparación artillera por parte del enemigo, es atacada con enorme ímpetu la citada posición, cuyo ataque fue brillantemente rechazado.

El citado Cabo se ha distinguido en cuantas operaciones tomó parte con anterioridad, pero en el referido día 15 se supera a sí mismo y realiza actos, que aún en una campaña tan abundante en casos de heroísmo y conductas gloriosas y ejemplares, son verdaderamente insólitos, por la entereza moral y física que revelan en quien los ejecuta, atendiendo a todos los servicios y dando a su tropa ejemplo constante con su abnegada y decidida actitud.

Durante uno de los ataques de este día, después de contener al enemigo, lanzando sobre él bombas de mano, animaba a sus soldados a pesar de la enormidad de bajas que sufre por el intensísimo fuego de artillería, granadas de mano y fusilaría enemiga, y consigue mantener eficazmente la defensa de la parte a él encomendada. En determinado momento, uno de los múltiples proyectiles de artillería que caen sobre ellos le secciona el brazo izquierdo. Sin el menor titubeo y con pasmosa serenidad, lo coge con su otra mano, y diciendo ¡esto no es nada!, lo levanta enarbolándolo, continua dirigiendo a sus hombres y animándoles con gritos de ¡Viva España! ¡Adelante San Marcial!; permanece aún en su puesto durante algún tiempo, e indudablemente, consigue con su conducta que el enemigo no abra brecha en su sector, viéndose precisado a retirarse, no consintiendo que nadie le acompañe para no restar hombres a la defensa, y todavía, al marchar a retaguardia para curarse, no tiene otra preocupación que dirigirse a todos los que va encontrado, exhortándoles para que continúen la defensa y no abandonen la posición.

Mientras unos buscaban un 'tiro de suerte' que los mandara para casa, otros recorrían el camino hacia la gloria.

Tras el Golpe de Casado en Marzo de 1937 la zona republicana se preparaba para la rendición. En Madrid los grupos de la Quinta Columna estaban cada vez más activos. A finales de mes, y coincidiendo con el anuncio de Ofensiva Final, empezaron a hacerse con el poder de los puntos neurálgicos de la capital para evitar su destrucción.

Así, en la noche del 28 un grupo de unos 20 falangistas se apoderaron del Ministerio de Hacienda. Los miembros de seguridad que quedaban no opusieron resistencia; aunque se mantuvieron en sus puestos, junto con algunos funcionarios, hasta la entrega del poder a las nuevas autoridades militares.

Entre ellos estaba D. Julián Besteiro

El jefe del grupo de falangistas se llamaba Ángel Luque, y nada más encontrarse con Besteiro le dijo levantando el brazo derecho:

- ¿No ha aprendido usted el saludo de la Nueva España?

- No señor - respondió Besteiro - y lo que es peor, ya a mis años, me temo que me va a costar mucho aprenderlo

Sin duda, Don Julián era mucho Don Julián.



La Guerra Civil rompió familias. Lucharon hermanos contra hermanos. Padres contra hijos.

Lo hemos oído tantas veces que suena a tópico, pero es bien real. Tal vez uno de los ejemplos más destacados es el del General Francisco del Rosal Rico.

Se mantuvo leal a la República y en los primeros días organizó una columna de milicianos anarquistas que llevaba su nombre, la Columna Del Rosal, y que operó en el frente de Somosierra.

Fue el único de la familia que se mantuvo fiel. Su hermano Antonio y sus hijos simpatizarían con el bando sublevado.

Antonio se unió al Ejercito Nacional, donde también alcanzó el grado de General. Su hijo (Antonio del Rosal y López de Vinuesa, Teniente de Complemento del Ejercito) era falangista y se quedó en Madrid, donde participó en actividades de la Quinta Columna hasta que fue detenido en Marzo de 1937. Poco después, en Septiembre sería fusilado junto con otros 12 compañeros de organización. Su hija Concepción fue detenida por ‘desafección a la República’ y encarcelada junto a su marido, Antonio Amaya, en una checa, donde él sería también fusilado.

Así fue la guerra. Cruel.


Si hoy se necesitan meses, unión de empresas, y un ejercito de ingenieros y trabajadores para levantar una vía del tren, en la guerra construyeron una en 25 *.

Que no fueron 25, sino año y pico. Typical Spanish.

Después de la Batalla del Jarama las comunicaciones de Madrid con Valencia, si no cortadas, se vieron dificultadas. De hecho, las de ferrócarril sí que se vieron interrumpidas ya que los Nacionales controlaban zonas por donde pasaba este.

Para solucionar este problema se planteo construir una vía que partiera de Torrejón de Ardoz  y enlazara con la línea de Levante en Tarancón, en Cuenca.

El trayecto era de casi 100 km y se pensaba construir en apenas un mes. Vía Negrín, la llamaban. Un proyecto ambicioso que se acabó fuera de plazo. Poco después de final de la guerra se desmontó.

¡Hay cosas que no cambian!

* Vicente Rojo - La defensa de Madrid