Teruel pasó a la historia de la Guerra Civil tanto por ser la única capital de provincia conquistada por las tropas republicanas como por las condiciones climáticas en que se desarrolló la batalla, en la cual se llegó a temperaturas de -20ºC
El campo de batalla parecía un paisaje siberiano.
El sufrimiento para los soldados fue terrible ya que no estaban equipados para un frío tan intenso. Faltaban mantas, capotes, abrigos, botas… De hecho, muchos de ellos no calzaban más que alpargatas. Las armas ‘quemaban’ en las manos desprotegidas de los infantes.
En poco tiempo comenzaron a producirse gran número de bajas. Eran casos de congelación en distinto grado que afectaban sobre todo a los miembros inferiores. Aquí se acuñaría el término ‘Pies de Teruel’ para referirse a los pies congelados y que en muchos casos no tenía otro tratamiento que la amputación.
La falta de ropa fue más acusada en el bando Nacional. Las madrinas de guerra se esforzaban en tejer jerseys que mandar al frente para paliar la situación de los combatientes.
En medio de la nevada era casi imposible construir un chabolo donde protegerse. Para pasar la noche, los soldados no podían más que cavar un agujero, taparlo con tablas o mantas, y dormir en grupo, apretados unos contra otros para darse calor.
Los centinelas tenían que turnarse la ropa de abrigo y las botas a la hora de hacer las guardias. Se metían periódicos debajo de la ropa para protegerse un poco más. Dormirse en dicha guardia significaba morir de congelación. Por esto se ayudaban de café, achicoria, coñac o cualquier cosa que los mantuviera despiertos.
Los que mejor combatían este frío eran los tanguistas, que encontraban cierto alivio al calor de los motores. Aunque dicho alivio fue más bien breve, ya que en esas condiciones gran parte del material no funcionaba y tuvo que ser abandonado, cubierto de nieve.
Si los tanques o camiones tenían dificultades para moverse, la situación no era mejor para los aviones. Las alas se congelaban y había que quitar el hielo con una piqueta.
Miguel Hernández, que estuvo en la batalla con las fuerzas de Líster, escribió un poema sobre la misma:
TERUEL
Líster, la vida, la cantera, el frío;
tú, la vida, tus fuerzas como llamas,
Teruel como un cadáver sobre un río.
La efusión de las piedras y las ramas,
la vida derramando un vino rudo
cerca de aquel cadáver con escamas.
Aquel cadáver defendió su escudo,
su muladar, su herrumbre, su leyenda;
pero la vida prevalece y pudo.
Por mucho que un cadáver se defienda,
la muerte está sitiada, acorralada,
cercada por la vida más tremenda.
Ni con la condición de la nevada
el círculo de hogueras se deshace,
se rompe el cerco de la llamarada.
No hay quien lo enfríe, quien lo despedace.
Retrocede la helada en las orejas
de este fuego vital que sopla y hace.
Contra la muerte, contra sus ovejas,
quemando de bravura el armamento,
disparas las pasiones y las cejas.
Líster, la vida, piedra del portento,
necesita una forma victoriosa,
y habrás de trabajarla con tu aliento.
Cantero de la piedra en cada cosa,
exiges la materia de tu hispano
granito,
que es la piedra más hermosa.
En el granito se probó tu mano,
como en la harina, el yeso y la madera
se prueba tanto puño de artesano.
Eso es hacer la mano duradera,
y eso es vivir a prueba de peñones,
y eso es ahondar la sangre y la cantera.
Sobre el cadáver de Teruel te impones,
y el alma en los disparos se te escapa
frente a la nieve y a sus municiones.
Impulsos con el aire de tu capa
das a tu potro, puesto en cada instante
a recobrar las pérdidas del mapa.
Yo me encontré con este comandante,
bajo la luz de los dinamiteros,
en el camino de Teruel, delante.
Han cogido a la muerte los canteros
la primera ciudad, y en esta historia
se han derramado varios compañeros.
En su sangre se envuelva la victoria.
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